Cuelga en su despacho la frase de Judah Folkman “Most research is failure. You work for years and years, and then every once in a while there is a tremendous finding, and you realize for the first time in your life that you know something that nobody else in history has ever known” (“La mayoría de las investigaciones son fracasos. Trabajas durante años y años, y de vez en cuando hay un hallazgo tremendo, y te das cuenta por primera vez en tu vida de que sabes algo que nadie más en la historia ha conocido”). En esto de buscar algo que nadie más en la historia ha conocido lleva Enrique J. de la Rosa toda la vida, convencido de que ese momento compensa todos los “fracasos” anteriores. La curiosidad le ha acompañado desde niño y así acabó estudiando Ciencias Biológicas (especialidad en Bioquímica) en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). En 1984 se convirtió en Doctor en Ciencias también por la UAM, habiendo dedicado tres años a una tesis sobre el modo de acción de los antibióticos beta-lactámicos en el Centro de Biología Molecular (CSIC-UAM). Para el post-doctoral se trasladó al Instituto Max-Planck de Biología del Desarrollo en Alemania, donde investigó sobre el desarrollo del sistema nervioso. Tras cuatro años en tierras alemanas, aterrizó de nuevo en Madrid en el Instituto Cajal (CSIC) donde estuvo tres años antes de mudarse al Centro de Investigaciones Biológicas (CSIC), donde es científico en plantilla desde 1993. Es el responsable del Laboratorio 3D: Desarrollo, Diferenciación y Degeneración, en el que investiga sobre distrofias hereditarias de la retina y, en particular, la Retinosis Pigmentaria, una enfermedad degenerativa que provoca pérdida de la visión.
Es en el CIB Margarita Salas donde, en abril de 2019, empezó su nueva aventura: la dirección del centro. Acompañado de Pilar S. Testillano, María Colmenares y Javier Cañada como vicedirectores, empezó su andadura con el objetivo de implicar a todo el personal, investigador, de apoyo y de gestión, en remontar los años de la crisis y conseguir tener la actividad investigadora del centro a pleno rendimiento. Lo que no sabía es que, sin haber cumplido un año de mandato, se iba a tener que enfrentar a gestionar un centro de investigación en mitad de una pandemia que nos ha sorprendido a todos. Casi un año después de la aparición de la COVID-19, y no sin haber invertido muchos esfuerzos, el CIB Margarita Salas tiene en marcha 19 proyectos financiados relacionados con la COVID-19, entre ellos uno de desarrollo de una potencial vacuna.
8 de diciembre de 2020
– ¿Cómo han reorientado las investigaciones CIB ante la pandemia?
Más que reorientar, ha sido utilizar el modelo del SARS-CoV-2 para estudiar procesos celulares y dianas moleculares que ya se estaban estudiando. Quizás una excepción son los proyectos de reposicionamiento de fármacos que sí han sido específicos de este virus; pero eran grupos que ya hacían farmacología y cribajes para otras enfermedades. La tónica general ha sido utilizar el SARS-CoV-2 como herramienta experimental para estudiar, por ejemplo, la implicación de los microtúbulos o de los filamentos intermedios en el transporte intracelular, en esta ocasión del virus. Otros grupos trabajan con señales de reconocimiento celular, que este virus podría utilizar como correceptores para entrar en la célula. O el metabolismo energético, que el virus modifica a su favor, como otros procesos fisiológicos y patológicos previamente estudiados el CIB Margarita Salas. O, a nivel del huésped (el paciente infectado), el control de la inmunidad innata, de la inflamación o del sistema del complemento, que varios grupos llevan años estudiando en el centro, que en la COVID-19 ocasionan, al descontrolarse, la famosa tormenta de citoquinas y los síntomas más graves de la enfermedad. Y, además, las actividades de divulgación, muy importantes en nuestro centro, también se han enfocado en diferentes aspectos de la pandemia.
Ha sido una oportunidad bien aprovechada, dado que tenemos 17 proyectos originales y dos prórrogas para trabajar con la COVID-19, profundizar en los procesos celulares y moleculares que ya se estaban estudiando y, ojalá, contribuir a combatir la pandemia.
– ¿Qué ha aportado a la investigación la rápida creación de la Plataforma Temática Interdisciplinar Salud Global?
Yo creo que, como todas las plataformas que el actual equipo de presidencia del CSIC ha lanzado, es un marco muy bueno para la investigación colaborativa. El CSIC, particularmente en el campo de la biomedicina, tiene un problema de dispersión de líneas. Las plataformas facilitan coordinar el conocimiento y las técnicas experimentales de tu laboratorio con los de otros grupos del CSIC. En “Salud Global” se articulan grupos de las tres áreas del CSIC: Vida, Materia y también Sociedad. Los problemas complejos, y esta pandemia lo es, requieren abordajes multidisciplinares e interdisciplinares. Y también, dada la situación, la plataforma ha conseguido canalizar muchas donaciones privadas para la investigación de una magnitud desconocida en España. Esa fuente alternativa ha permitido, no solo no detraer fondos de otras investigaciones, sino también abordar proyectos que podían tener un cierto carácter de ideas locas, atrevidas, arriesgadas, valientes…, lo que no suele pasar en los Planes Estatales. Se ha podido plantear y desarrollar proyectos que de otra manera no serían financiados y, quizás así, colaborar a solucionar el problema de la pandemia.
– ¿Cuáles son los principales proyectos del CIB relacionados con el coronavirus?
Más que por proyectos te cuento por temas, que es más ilustrativo y, además, así no me olvido de ninguno.
En la respuesta a la pandemia se plantearon inicialmente varias alternativas, que el tiempo nos dirá cuál es la que mejor funciona. Ante la emergencia sanitaria, económica y social había que iniciar varias vías a la vez. Se pensó en un principio en antivirales; de hecho, al principio de la pandemia se probaron algunos tratamientos que luego no han resultado tan útiles. Desde los grupos, principalmente pero no solo, de química médica y química biológica se realizó un esfuerzo para intentar el reposicionamiento de fármacos. Esto es, medicamentos que están autorizados para otras indicaciones o, en algún caso, fármacos para los cuales se había superado los ensayos clínicos, por lo menos la fase 1 de seguridad y, a veces, también la fase 2 de eficacia. Los disponibles, de fuentes variadas, se evaluaron en plataformas de cribaje respecto a su capacidad de disminuir la carga viral en modelos celulares. Ese fue el primer paso, en el que varios grupos del CIB Margarita Salas aportaron sus propios fármacos experimentales, o seleccionaron, a veces mediante un paso previo de cribaje virtual, de quimiotecas con las que habían estado trabajando.
Otra alternativa fue la caracterización de nuevas dianas farmacológicas basadas en procesos moleculares, celulares, o del organismo, en los que los grupos llevaban años trabajando: entre otros, los que he mencionado antes, como el transporte por microtúbulos y filamentos intermedios, el metabolismo celular, el reconocimiento por integrinas, la inmunidad innata en todas sus vertientes, etc., con el fin de demostrar primero que esos procesos podían tener un papel importante en la entrada, la multiplicación o la salida del virus de las células. O, en el caso de la inmunidad innata, entender cómo se produce una respuesta descontrolada del organismo que causa la enfermedad grave o incluso la muerte.
Otra línea, que se pensaba que podría llevar más tiempo, aunque ciertamente es la esperanza para salir de la pandemia, fue la de las vacunas. En el CIB Margarita Salas se desarrolla uno de los tres proyectos de vacuna del CSIC, de nuevo por adaptación y no por cambio de línea. Se trata de una vacuna que el grupo del Prof. Vicente Larraga ha desarrollado frente a la leishmaniosis canina. Utilizando la misma estrategia y la empresa donde ya tenían validado el protocolo de producción de esa vacuna, están intentando adaptarlo a la COVID-19.
Y, además, nuestros investigadores también participan en proyectos liderados por colegas del área de sociedad, dirigidos a mitigar el impacto social de la pandemia.
– ¿En qué consiste esa vacuna?
Esta vacuna es, posiblemente, una de las más sencillas, lo cual tiene sus ventajas y sus limitaciones. Utiliza un vector de ADN para que nuestras células produzcan una proteína inmunogénica del virus. Sería una estrategia similar a la de las vacunas de Moderna y de Pfizer, pero con ADN en vez de ARN. Una posible limitación de este tipo de vacunas es que diriges la respuesta inmunitaria a una única proteína, y eso va probablemente a conseguir una estimulación del sistema inmune menos completa que si utilizas un vector viral más grande, como en el caso de las otras dos vacunas del CSIC, las de los Profs. Luis Enjuanes y Mariano Esteban. Pero la producción de los miles de millones de dosis necesarias es más fácil si hay que fabricar “kilos” de ácidos nucleicos (ADN o ARN), que “kilos” de virus. La ventaja de usar ADN, en vez de ARN, es que el ADN es muy estable a temperatura ambiente. Te lo puedes llevar “en la maleta” a África, Sudamérica, a lejanas zonas de Asia, sin necesidad de cadena de frío. Vamos a ver cómo se organiza la distribución de las vacunas de ARN, que hay que conservar congeladas o, incluso, ultracongeladas.
Yo he comentado que a lo mejor nosotros en Europa, como en Norteamérica, nos acabamos poniendo otra vacuna. Pero si la vacuna del CIB es la que llega a África, a Sudamérica, a zonas de Asia, sería una gran contribución a la salud global y un gran orgullo. Desde luego para Vicente, pero también para el CIB Margarita Salas en su conjunto.
– ¿En qué estado está la vacuna del CIB Margarita Salas?
En animales sanos induce la producción tanto de anticuerpos como de mediadores de la respuesta inmune. Las vacunas más avanzadas fue lo primero que probaron, hace tiempo ya, lo que demuestra que vamos por buen camino. Se han desarrollado y probado varios prototipos para usar el que mejor funcione en el siguiente paso. Ahora mismo, lo que se está intentando ver es que no solo genera una respuesta inmune, sino que cuando un ratón modelo de la COVID-19 se infecta con el coronavirus, la carga viral y la afectación del animal es mucho menor cuando está vacunado que cuando no lo está. Eso hay que hacerlo en un laboratorio de nivel de seguridad biológica 3, del que desgraciadamente no disponemos en el CIB Margarita Salas, por lo que se está realizando en otras instalaciones.
– ¿Qué contactos se han establecido con las empresas para producir vacunas y fármacos?
Estas gestiones se están llevando desde la Vicepresidencia Adjunta de Transferencia del Conocimiento y la Plataforma Salud Global, por lo que no me sé en detalle cada caso. Sé que, por ejemplo, la vacuna de leishmaniosis se estaba produciendo en Biofabri, una empresa del grupo Zendal. Era una relación que ya existía previamente y que ahora se ha adaptado a la producción de la vacuna para la COVID-19. También algún grupo de CIB tiene relaciones con empresas farmacéuticas para estudiar sus fármacos en nuevas dianas farmacológicas.
– ¿Qué ha supuesto las donaciones de las empresas para impulsar la investigación pública?
La generosa aportación de empresas y organizaciones han permitido, como ya he comentado anteriormente, disponer de financiación para explorar nuevas vías, lo que en el Plan Estatal no siempre es apoyado. Se están explorando vías a sabiendas que la mayoría de ellas no llegarán al sitio deseado. Eso en el Plan Estatal es un suicidio científico. Aquí el fracaso es el condicionante de que, entre muchos fracasos, tengamos varios éxitos para luchar contra la pandemia.
– ¿Qué importancia tiene la comunicación y la divulgación para trasladar a la sociedad el conocimiento sobre la pandemia y la relevancia de la I+D+i?
Este es otro de los aspectos en el que participan grupos del centro integrados en la Plataforma. La COVID-19 está causando un grave problema de salud, problemas económicos y, también, multitud de problemas personales y sociales. La plataforma Salud Global ha integrado a científicos del área de sociedad, para abordar esa parte social, en la que se encuadra la comunicación y la divulgación. Es importante recordar que la pandemia no afecta solo a los individuos, afecta a la sociedad. Muchos científicos de todas las áreas, tanto a través de la Plataforma Salud Global del CSIC, pero también de otras muchas instituciones, están proporcionando no solo información contrastada, sino también mostrando a la sociedad “en tiempo real” cómo se realiza la investigación, se plantean hipótesis y se revisan constantemente. Eso, quizás, ha sido un poco confuso en alguna circunstancia, pero la gente mayoritariamente se ha dado cuenta de quién proporciona en cada momento la “mejor evidencia disponible” y cómo se puede seguir confiando cuando esa evidencia se revisa en función de nuevos datos. La ciencia es incertidumbre, pero proporciona la mayor certidumbre posible. Y la gente bien informada se responsabiliza y se empodera en la lucha contra la pandemia. En esta última bajada de la ola actual, a pesar de que las medidas han sido suaves, por ejemplo en la Comunidad de Madrid, se ha bajado razonablemente rápido. Algunos expertos piensan que esto tiene más que ver con la actitud de muchas personas, no de todas pero sí de muchas, que han confiado en la información recibida y han asimilado los mensajes de precaución. Es, por tanto, esencial suministrar “la mejor evidencia posible”, en un lenguaje claro, comprensible, cercano para cualquiera. También hemos logrado que la gente se haya fijado por fin en que la ciencia hace falta. Con investigación, desarrollo e innovación sí hay futuro.
– ¿Este auge ha venido para quedarse?
Tendrá una bajada. Tampoco los científicos podemos mantener este nivel de presencia en los medios. Pero yo creo que el poso sí va a quedar en la sociedad. Hay mucha gente que no se va a olvidar de esta pandemia, por las duras circunstancias vividas, y, en tanto en cuanto desde la ciencia y desde la investigación se vaya combatiendo la pandemia, quieras que no les quedará una especie de reflejo condicionado de “nos ayudaron mucho con la COVID-19 y nos van a poder ayudar con otros problemas”. Porque, no olvidemos, quedan muchos otros retos y problemas por resolver.
– ¿Cuál ha sido el principal reto al que te has enfrentado como director a lo largo de estos meses de pandemia? ¿Y en el futuro?
Han sido varios retos. El principal ha sido encontrar un balance, que es complejo, a varios niveles. El primer nivel, que es el que pongo por delante, es mantener un buen grado de actividad científica, pero sin arriesgar la salud de las personas del CIB Margarita Salas ni la salud comunitaria. No hay que olvidar que lo importante no es protegerse uno sino proteger a los demás. Este balance entre seguridad personal y actividad científica, necesaria, entre otras razones, porque tenemos muchos proyectos COVID que hay que llevar adelante, tiene que estar sustentado por unas relaciones laborales y personales que mantengan a la mayoría de la gente en un intervalo razonable de preocupación, ya sea por su salud o por su trabajo. Ese es otro balance que ha habido que mantener.
Ambos retos los hemos afrontado desde el equipo de dirección con mucha comunicación, trato personal y muchas circulares informativas. Esa es la manera. Me han trasladado la idea, que yo también he notado, de que en el centro se siente la seguridad. Hemos tenido cerca de 20 positivos para la COVID-19, y quizás algún asintomático no detectado, pero solo un caso es compatible con una transmisión intramural; el resto vienen de fuera. En un centro como el nuestro, de más de 400 personas, me deja muy satisfecho, ya que hemos logrado mantener la actividad y a la gente sana.
De cara al futuro, el reto es ir recuperando la mayor normalidad posible en la investigación en todos los proyectos, tanto los de la COVID-19 como el resto. Y también poner en valor la multidisciplinariedad del CIB Margarita Salas. Tenemos tanta capacidad de abordar problemas diversos que hemos podido reaccionar para afrontar el de la COVID-19 desde muchos puntos de vista. Tenemos esa potencialidad y, en una emergencia real, hemos demostrado que no es teórica. Esto es importante porque los problemas a los que se enfrenta la sociedad actual cada vez son más complejos y no se pueden solucionar solo desde un punto de vista. Queremos investigar en Biología para el Bienestar Global intentando interconectar las investigaciones en problemas que, obviamente, tienen que ver con la salud, pero también con el medioambiente, la producción de alimentos, el desarrollo sostenible y la economía circular. Este lema es muy indicativo de lo que queremos y podemos hacer; y de lo que estamos haciendo ya.
Elaborada por Begoña García (CIB-CSIC) para CSIC
*Publicada en:
https://www.csic.es/es/actualidad-del-csic/enrique-de-la-rosa-nuestro-proyecto-de-vacuna-utiliza-adn-por-lo-que-es-muy