La biblioteca del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas está considerada como la biblioteca en Biología y Biomedicina de referencia en España. Hoy, asentada en el mismo centro, en la Calle Ramiro de Maeztu número 9, posee una colección que destaca sobre todo por la diversidad de sus áreas temáticas además de la cantidad de recursos que ofrece: 1367 títulos impresos de revistas y series y 11900 libros, a los que se suman todas las herramientas y recursos electrónicos disponibles en diferentes plataformas digitales del CSIC.

Por si eso fuera poco, la biblioteca del CIB alberga también un tesoro de gran valor: el “Legado Marañón”, formado por documentos del que fuera uno de los fundadores del centro y donados por su familia después de su muerte.

Las instalaciones de la biblioteca no solo custodian este gran fondo bibliográfico, que se reparte entre la sala principal y un depósito de 3200 m de estanterías, sino que también ofrecen otros servicios como 20 puestos de lectura, wifi o reprografía.

Sin embargo, hasta llegar al estado actual la biblioteca ha tenido que pasar por muy distintas y complicadas etapas.

Primeros pasos

El hoy CIB Margarita Salas, cuya inauguración oficial tuvo lugar en 1958, se creó para acoger a los Institutos Santiago Ramón y Cajal de Histología, el Jaime Ferrán de Microbiología y el Gregorio Marañón, procedente de los Departamentos de Metabolismo y Enzimología.

Se asentaron en la calle Velázquez, en un edificio construido por Miguel Fisac, y fue un punto de encuentro para los investigadores españoles que impulsaron la biología experimental. Uno de sus principales objetivos era publicar en revistas extranjeras, convencidos de que las revistas internacionales darían más prestigio y difusión a su trabajo. Por este motivo, las suscripciones a publicaciones crecían a un ritmo que las bibliotecas de estos institutos no eran capaces de soportar. El problema de espacio no fue solucionado hasta muchos años después.

En 1960, la biblioteca pasó a llevar el nombre de Gregorio Marañón, honrando al que fue primer y único Presidente del centro.

Problemas de espacio

En 1968 se incorporaron al CIB los institutos de Biología Celular, Genética y Enzimología, lo que supuso pasar de los tres iniciales a seis. Esto derivó en una mayor demanda de publicaciones que alimentaban los fondos de sus bibliotecas pero también los problemas de espacio de estas.

Un año más tarde, a la biblioteca Gregorio Marañón se unió la del Instituto de Biología Celular y se amplió el espacio gracias a la ayuda económica de la Fundación Juan March. Sin embargo, no fue suficiente y las revistas inundaban estanterías por los pasillos y escaleras.

En 1973 se incorporó la biblioteca del Instituto de Genética y en 1976 pasó a llamarse Biblioteca del Centro de Investigaciones Biológicas, nombre que conservó hasta noviembre de 2019, cuando pasó a ser Biblioteca del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas con motivo del cambio de nombre del centro.

Por fin, en 1984 se realizó la obra que permitió solucionar los problemas de espacio. Se rehabilitaron los sótanos del edificio y la biblioteca se reubicó. La sala de lectura y el personal se situaron en la planta baja y en el sótano 5000 m de estanterías permitían finalmente albergar todos los fondos bibliográficos coleccionados hasta ese momento.

Dos años después, el servicio se modernizó siguiendo las directrices de la Unidad de Coordinación de Bibliotecas del CSIC. Con una ayuda de la Fundación Ramón Areces, se mejoró el acceso a la información gracias a la adquisición del equipo y software necesarios.

Mudanza y asentamiento

En 2002, año en que terminaron las obras del nuevo edificio en el campus del CSIC en la Universidad Complutense, se hizo un traslado parcial. Esto, debido a que algunos problemas retrasaron la mudanza definitiva, obligó a tener una bibliotecaria en el nuevo edificio para no interrumpir el servicio. Cuando por fin llegó el momento de mudarse, el equipo de la biblioteca consiguió trasladarla en tan solo una semana. “La mudanza fue un reto para todos, se trataba de trasladar casi 3000 m de estanterías. Los operarios de mudanzas hicieron la parte más dura pero nosotros tuvimos que ayudar físicamente y recolocar los fondos. Ganamos mucho en espacio y comodidad y solo cerramos una semana el préstamo interbibliotecario”, cuenta Olvido Partearroyo, responsable de la biblioteca en aquel entonces y jubilada en 2019.

La nueva biblioteca, creada por el arquitecto Fernández Alba, tiene unas instalaciones modernas y funcionales. La sala de lectura es amplia y luminosa, ofreciendo 20 puestos individuales y dos zonas de trabajo. Algunos muebles son aún los que estaban en el edificio de la calle Velázquez, poniendo en valor la historia de la biblioteca y de las publicaciones que esta alberga.

Consta de expositores con revistas abiertas y monografías y series de 1995 en adelante. El fondo bibliotecario anterior a ese año está custodiado en un depósito con más de 3000 m de estanterías abierto al personal ininterrumpidamente.

Actualmente, con el cambio de paradigma de la información científica, el número de revistas en papel ha disminuido mucho, “en 2020 solamente se suscribieron cinco revistas”, dice Olvido. Sin embargo, eso no ha impedido que la biblioteca del CIB haya conseguido mantener un importante número de títulos y todavía hoy sigue absorbiendo donaciones: “a pesar de todo, la nuestra ha sido la biblioteca del CSIC que más se resistió a la pérdida de colecciones en papel; una resistencia numantina que se debe a las peculiaridades de su historia, ya que deseaba mantener el prestigio de tener los fondos de Biología y Biomedicina más antiguos del CSIC, originarios de las bibliotecas de los institutos que formaron el centro”, añade.

Todo esto ha hecho que la biblioteca del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas se haya convertido en lo que es hoy, un referente indiscutible en Biología y Biomedicina. No hay que olvidar que no habría sido posible sin el equipo humano que ha custodiado la biblioteca a lo largo de todos estos años. Procedentes de otras áreas, han sabido implicarse y adaptarse, llegando a ofrecer un servicio de excelencia que ha otorgado a la biblioteca del CIB el prestigio que hoy ostenta.

EL LEGADO MARAÑÓN

La joya de la corona de la biblioteca del  CIB Margarita Salas es el “Legado Marañón”, que forma parte de ella desde que la familia del Dr. Gregorio Marañón lo donara tras su muerte en 1960, aunque se desconoce la fecha exacta de la donación al no existir ningún documento que la revele.

Marañón no solo era médico, también fue historiador, ensayista y bibliófilo apasionado. Su gran actividad explica que su obra sea tan extensa, alberga nada más y nada menos que 125 libros, 1800 artículos y 250 prólogos. Tenía varias bibliotecas, no solo con sus obras sino también de otros autores con una amplia diversidad de temas e incluso en varios idiomas.

La donación que recibió el centro fue la biblioteca de sus obras personales, una buena parte de sus escritos científicos y humanísticos de entre 1910 y 1959 encuadernados en 34 tomos de piel roja. Además, se recibió también su biblioteca médica, científica y profesional, formada por más de 1400 volúmenes.

Sus escritos personales destacan por la diversidad de documentos y la forma en la que los ordenaba y clasificaba. Cuando tenía suficientes, los mandaba a encuadernar haciendo previamente una lista que incluía en la encuadernación.

En 1994, la Concejalía de Salud de la Comunidad de Madrid financió la edición del “Catálogo de Publicaciones del Profesor Gregorio Marañón”, una relación bibliográfica de 623 documentos extraídos de la colección encuadernada.

El siguiente paso era digitalizar el legado, y en 1997 se pidió ayuda a la Fundación Ramón Areces. Sin embargo, el proyecto no salió adelante por falta de personal cualificado. Esto obligó a mantener el legado con extremo cuidado a lo largo de los años, por lo que las obras de mayor valor se conservaban en una vitrina. En el nuevo edificio se decidió colocarlos en el armario de Dirección, donde aún siguen. La colección médica se guardó en el depósito general bajo llave.

Finalmente, en 2007 se puso en marcha el proyecto de digitalización y reencuadernación del legado, ya que el estado del mismo dificultaba su consulta. Para ello se contrató a la empresa Microdata, quien digitalizó, indizó, registró, grabó y almacenó en DVD los documentos. Esto llevó un trabajo ingente, ya que antes se tuvo que hacer una revisión completa. Se añadieron 477 documentos que no estaban en el Catálogo existente, obteniendo un total de 1100. Además, se tuvo que encargar la desencuadernación y restauración de algunos documentos para que pudieran soportar todo el proceso. El proyecto dio lugar a la obra tal y como estaba originalmente.

La otra parte del legado, constituida por la biblioteca médica, se registró y catalogó en 1993. Es llamativa la cantidad de anotaciones en los márgenes y hojas sueltas manuscritas, que le dan al conjunto una sensación de cercanía. A pesar de ser una colección multidisciplinar, priman las obras sobre endocrinología. También hay multitud de revistas clínicas de las que fue fundador y en las que escribió en numerosas ocasiones.

El Legado Marañón, conservado durante todos estos años por todas las personas que han trabajado en la biblioteca, se enseña con orgullo en las visitas al centro y también está disponible para su préstamo.


Complementamos este reportaje con una entrevista al pasado y presente de nuestra Biblioteca: Olvido Partearroyo (O), a quien ya se ha mencionado, y Elena Tomé (E), su relevo y actual responsable del servicio.

¿Por qué es importante la biblioteca para el trabajo científico?

O: Desde la antigüedad, la de Alejandría y aún antes, las bibliotecas han estado para ayudar a los eruditos de todos los campos del saber. Pero si nos referimos al concepto más moderno de Ciencia, ya en siglo XX, la biblioteca se hizo indispensable para apoyar el trabajo científico, porque las fuentes de información fueron creciendo exponencialmente. El bibliotecario es quien las adquiere, ordena, y finalmente localiza y suministra el artículo final que necesitan, lo que les facilita el trabajo enormemente.

¿Sigue siendo igual de importante con las nuevas tecnologías que facilitan el acceso a la información? ¿En qué ha cambiado?

E: Sí, sigue siendo igual de importante. La adquisición, descripción y puesta a disposición de los recursos de información sigue siendo la base de nuestro trabajo. Lo que ha cambiado es el acceso a la información y las vías de difusión: cada vez hay más recursos digitales y más canales de comunicación. Aparecen nuevas herramientas por lo tanto el aprendizaje es continuo y hay que ir aprendiendo día a día.

¿En qué se diferencia esta biblioteca (y su funcionamiento) de otras?

O: Supongo que, a pesar de funcionar dentro de la Red de Bibliotecas del CSIC, no hay dos iguales. Algo poco común entonces, que quise hacer como responsable de la biblioteca, aprovechando que había personal suficiente, fue conseguir que todos supiésemos hacer las tareas básicas de funcionamiento, especialmente el préstamo interbibliotecario, para que no parase nunca. Esta biblioteca es de las pocas que lo mantiene abierto todo el año. Otra diferencia remarcable ha sido el apoyo recibido por todos los equipos de Dirección del CIB reconociendo la importancia del trabajo de la Biblioteca. Además, ha habido un seguimiento constante a través de la Comisión y especialmente de los Responsables Científicos. Sentir esa cercanía siempre es muy de agradecer.

E: Pese a llevar poco tiempo en la biblioteca, he podido constatar el apoyo que comenta Olvido de la Dirección del centro y del responsable científico, además de la gran profesionalidad de nuestro equipo humano.

¿Cómo se gestionan las colecciones de una biblioteca como esta? ¿Se dan algunas peculiaridades por la propia historia de cómo se constituyeron?

O: Bueno, esta pregunta casi se podría hacer en pasado. Para 2020 solamente se suscribieron 5 revistas en papel para la Biblioteca, y otras tantas en versión electrónica. Es un hecho que en el año 2000 la biblioteca contaba con más de 300 títulos en papel y el mantenimiento de esta colección exigía un trabajo muy arduo de contacto con editores, comprobación regular de enlaces electrónicos y, además, otro muy exhaustivo de reclamaciones de ejemplares, de revisión de inventario, etc. A partir del 2005 se aceleró la reconversión de la versión papel a digital, y con la crisis de 2008 el cambio fue drástico.

El Legado de Marañón es la joya de la biblioteca. ¿Cuáles serían los ejemplares más valiosos y/o curiosos? ¿Se reciben frecuentemente solicitudes de consulta de estos fondos?

O: Así es, pero la verdad es que el Legado Marañón, no es muy conocido, a pesar de que desde hace muchos años tenemos un enlace en la web de la biblioteca. Estos documentos se han consultado para alguna Tesis doctoral y se han prestado para exposiciones, pero sería necesario darle la difusión que merece. Precisamente el año pasado retomamos el contacto con la Red de Bibliotecas del CSIC para llevar a cabo el enlace de esos documentos al repositorio Digital.CSIC y al catálogo CIRBIC. Y claro está, hay documentos muy curiosos escritos por el mismo Marañón, e infinidad de libros muy interesantes dentro de su biblioteca médica. La más solicitada es la colección de la Salpetrière que ha tenido repercusión en exposiciones e incluso obras de arte.

Olvido, ¿Cómo era el funcionamiento de la biblioteca cuando empezaste? ¿Ha sido fácil para los bibliotecarios ir adaptándose a los cambios en su funcionamiento? ¿Cómo se gestionó el traslado al nuevo edificio del CIB, cuáles fueron las principales dificultades?

O: Cuando yo empecé a trabajar en la biblioteca ya estaba muy avanzada la era digital, que empezó en los 80 con las bases de datos y en los 90 con las revistas digitales. Pero aún pude disfrutar (y sufrir) de muchos avances. Tuvo que ser apasionante vivirlo desde el principio. Creo que todo el personal de la biblioteca, cada uno en su tarea, tuvo que adaptarse a los cambios, y todos lo hicimos con agrado.

Elena, acabas de incorporarte recientemente a la plantilla de la biblioteca, ¿qué aspectos resaltarías de sus colecciones? ¿Cuáles son tus expectativas y los retos que te planteas para el futuro?

E: Sí me incorporé justo antes del confinamiento y resaltaría, además del ya citado Legado Marañón, un proyecto muy interesante que estamos gestionando en este momento sobre la cesión del archivo fotográfico histórico de la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM) y que se depositará en la biblioteca. Aún está en una fase inicial, pero lo iremos difundiendo según avance el trabajo. Será un reto divulgar estos dos fondos tan especiales. También estamos impulsando nuestra presencia en las redes sociales. El futuro de las bibliotecas científicas seguirá unido a la publicación y difusión de la producción científica, y en este sentido el acceso abierto se va imponiendo y el modelo editorial va cambiando, lo cual nos irá marcando las pautas de trabajo y el papel de las bibliotecas .

Olvido, ahora que te has jubilado, ¿con qué te quedas de tu paso por la biblioteca del CIB Margarita Salas?

En todas y cada una de las distintas etapas he disfrutado mucho, tanto en el trabajo diario como en las relaciones con otras bibliotecas, de la Red-CSIC y de otras instituciones. Quizás la primera etapa fue la más ilusionante. Aunque ya estaba trabajando en el CIB, fue un cambio drástico en mi vida del que nunca, nunca, me arrepentí.

*Agradecemos a Olvido Partearroyo todos los datos aportados sobre la biblioteca y su historia para la elaboración de este reporta- je, así como la entrevista y su dedicación y amor por este servicio. Aprovechamos para darle la bienvenida a Elena Tomé y agradece- mos también su disposición y participación.

Begoña García Sastre

Periodista contratada por el Fondo de Garantía Juvenil

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