entrevista
Entender el funcionamiento de células y tejidos es fundamental a la hora de estudiar procesos de deterioro asociados, por ejemplo, con la enfermedad o la edad. Las técnicas e instrumentos utilizados para esta finalidad han avanzado enormemente en los últimos años, aunque no han superado su mayor hándicap: la ruptura de las células para examinar su contenido y estudiar su actividad. La Dra. Teresa Suárez (León), miembro del departamento de Biomedicina Molecular del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB-CSIC) persigue el desarrollo de métodos poco invasivos con aplicaciones médicas que permitan superar este escollo.
Licenciada en biología por la Universidad de León, Teresa Suárez forma parte del “Laboratorio 3D: Desarrollo, Diferenciación y Degeneración”, donde lidera una línea de investigación centrada en el desarrollo de chips intracelulares de silicio miniaturizados para permitir su introducción dentro de una célula sin dañarla ni alterar su funcionamiento, pero capaces de interactuar con ella.
La Dra. Suárez formó parte del equipo directivo del CIB, como Vicedirectora, en el periodo 2015-2019. Además, comprometida con la visibilización de la problemática de género, es vocal por el área de Vida en la Comisión de Mujeres y Ciencia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) desde enero de 2014.
Para este número de la Newsletter del CIB Margarita Salas, entrevistamos a la Dra. Teresa Suárez para acercarnos más en profundidad a estas dos facetas de su vida profesional: su trabajo de investigación y la concienciación acerca de los estereotipos y sesgos de género.
P| ¿Cómo tomaste la decisión de cursar los estudios de biología? ¿Fue vocacional?
R| No fue algo vocacional, dudé mucho. Tenía muchos intereses, el periodismo, lo que más me gustaba era ser locutora de radio, psicología… Pero también me gustaba mucho la biología. Tuve una profesora maravillosa en COU, esa gente excepcional que te genera una inquietud y un interés por los seres vivos muy grande, que hizo que me decidiera por estudiar biología. Pero no fue una cosa vocacional desde pequeña, nunca fui la típica niña buscando bichos en el campo o ese tipo de cosas.
P| ¿Cuándo te incorporaste al CIB Margarita Salas?
R| Yo me incorporé al CIB en 1994 como investigadora postdoctoral después de haber estado siete años en el extranjero, concretamente en la Universidad de París XI (París-Sud), en un instituto de microbiología y genética. En 1995, conseguí mi plaza de científico titular.
P| ¿En qué líneas de investigación, dentro del grupo al que perteneces, estás más implicada?
R| Formo parte de un grupo de investigación bastante grande centrado en el estudio de enfermedades degenerativas de la retina. También tenemos otra línea, en la que yo trabajo más activamente, centrada en el desarrollo de unas nuevas herramientas de dispositivos de silicio intracelulares que introducimos dentro de las células para interactuar con ellas, para recibir información o para enviarles algún mensaje. Es un concepto totalmente nuevo y que estamos desarrollando en colaboración con físicos y químicos. Un proyecto interdisciplinar con aplicación en terapias y diagnósticos. Esta es en realidad mi línea de trabajo fundamental.
P| Este trabajo con los microchips de silicio lo realizas en colaboración con el grupo del Dr. José A. Plaza, del Centro Nacional de Microelectrónica (CNM-CSIC) de Barcelona. ¿Cómo se inicia esta investigación?
R| El trabajo se inició en 2005 cuando ellos contactaron con el investigador Enrique J. de la Rosa, de nuestro grupo, porque tenían unos dispositivos de silicio que habían conseguido hacer lo suficientemente pequeños y querían meterlos dentro de células y explorar su utilidad. Me pareció un proyecto interesante y novedoso, porque se ponen juntos conceptos químicos, físicos y biológicos, generando una interacción muy enriquecedora. Al principio, el trabajo era completamente tangencial, tanto ellos como nosotros estábamos trabajando en otros proyectos y avanzábamos lentamente con esta colaboración puntual. Sin embargo, fue ganando importancia porque pudimos publicar bien y empezamos a conseguir más financiación para esta investigación, que se ha convertido en un proyecto fundamental en ambos laboratorios.
P| El tamaño tan reducido de estos chips de silicio permite su introducción dentro de células vivas. ¿Cuál es la ventaja del uso de estos chips frente a los instrumentos ya existentes?
R| La ventaja principal de nuestros microchips es fundamentalmente su tamaño. Hay mucha investigación en nanotecnología aplicada a la medicina, en nanodispositivos de todo tipo, de materiales distintos, metálicos, magnéticos, que son funcionalizados para que lleven fármacos. Pero pocos de estos sistemas han llegado realmente a la clínica porque tiene una toxicidad bastante elevada asociada a su tamaño -10-100 nanómetros (10-9m)- ya que pueden interferir con la maquinaria celular. Nuestros microdispositivos están en el rango de las micras (10-6m) -entre 3 y 22 micras- y hemos visto que no son tóxicos para las células. Además, disponemos de una superficie grande que nos permite añadir mecánicamente nuevas funciones, o introducir material dentro de la célula, que puede liberarse de manera controlada o respondiendo a estímulos diferentes. Es un nuevo tipo de dispositivos y no podemos decir todavía que serán efectivos, pero quizá en diagnósticos o en tratamientos que impliquen instruir células fuera de un organismo y reinsertarlas, pueden ofrecer una versatilidad que no existe en otras metodologías.
P| ¿Qué tipo de procesos habéis podido medir hasta el momento dentro de las células y que información os han aportado?
R| Por una parte, procesos químicos que se han medido de otras maneras, como por ejemplo el pH, con la gran ventaja de que lo estás midiendo en tiempo real y puedes estudiar la evolución de esa medida en el tiempo en células vivas. Por otra parte, nuestra colaboración nos permitió ser el primer grupo en el mundo capaz de detectar la presión que existe dentro de una célula absolutamente intacta. Una célula que no está atravesada con una aguja, como en otros mecanismos de medida, sino en su estado perfectamente normal.
P| Hasta el momento vuestros experimentos se han hecho sólo en laboratorio, pero, ¿qué prometedoras aplicaciones tendrían estos nanochips en el campo de la medicina?
R| Las posibles aplicaciones por el momento son, siendo honestos, pura ciencia ficción. Una de las cosas que podrían hacerse es, por ejemplo, inyectar estos dispositivos, o dejarlos después de eliminar un tumor, y que llevaran marcadores específicos. Hay quimioterapia que funciona con unos tipos de cáncer y con otros no, y normalmente esto solo se ve después de varios ciclos que ha sufrido el paciente de quimioterapia. Sin embargo, nuestros sistemas hipotéticamente y cuando esto se perfeccione mucho, permitirían ver, de manera casi inmediata si, al aplicar la quimioterapia de elección, el organismo está respondiendo adecuadamente o necesitas modificarla.
Pero estamos todavía muy lejos de llegar a la clínica. De hecho, me gusta compararlo con las tomografías de positrones. Seguramente los físicos que trabajaban en emisiones de partículas, nunca pensaron que iba a llegar un día en que con ellas se iba a detectar un cáncer por la activación del consumo de glucosa en una célula. Porque entonces el aparato que ahora te mira ni siquiera existía. Así, me gusta pensar que, aunque ahora mismo los aparatos para detectar las señales de nuestros chips dentro del cuerpo no existen, quien sabe si en algún momento una célula de mi hígado que tiene uno de estos dispositivos dentro empieza a iluminarse en rojo y entonces, desde fuera, pueden saber que yo estoy empezando a tener problemas de diabetes. Nuestros dispositivos no parecen ser tóxicos y creo que es un campo nuevo de desarrollo con mucho futuro.
P| Moviéndonos a tu faceta como vocal de la Comisión de Mujeres y Ciencia, ¿cuándo empezaste a tomar conciencia de los problemas de género en ciencia?
R| En la toma de conciencia de género hay una parte que es muy personal. Y en mi caso, yo soy la única chica de una familia de siete, yo tengo seis hermanos. Y aprendí desde muy pequeña, gracias a la estupenda educación que me dieron mis padres, que todos éramos iguales y que yo era igual o mejor que ellos. Creo que esto me dio una seguridad que me impidió identificar con claridad las posturas machistas, porque, sencillamente, no las veía. Y no detecté discriminación hacia las mujeres en el campo científico, hasta bastante tarde. No es algo de lo que me diera cuenta durante la carrera o durante la tesis, ni siquiera creo que lo viera con claridad durante mi postdoc. Lo que notaba es que había señores, sobre todo en congresos, que me explicaban mi propio trabajo con mucho énfasis, como si yo no lo entendiera bien. Yo creo que eso fue lo único que noté. Era consciente de la discriminación en nuestra sociedad, pero en la ciencia solo me di cuenta cuando empecé a mirar los números de las instituciones y, sobre todo, cuando, al llegar al CIB había muy pocas mujeres que eran jefas de grupo. Hay más mujeres, al menos en biomedicina, en las etapas anteriores, pre y postdoctorales, pero jefas de grupo muy pocas y empecé a tomar conciencia de ello. Bastante tarde en realidad, es triste.
P| Formas parte de la Comisión de Mujeres y Ciencia del CSIC. ¿Cuándo te incorporaste a la Comisión?
R| Me incorporé en 2014 como vocal del área de biología y biomedicina. Actualmente, y desde que en el CSIC hemos cambiado a las nuevas áreas, soy una de las cuatro vocales del área de vida. Los periodos de la comisión son de cuatro años y yo estoy en mi segundo periodo.
P| En la constitución de la Comisión de Mujeres y Ciencia participaron, entre otras, las investigadoras del CIB Matilde Sánchez-Ayuso y Flora de Pablo, ¿puedes resumirnos cómo se gestó esta comisión y cuál fue el papel de estas investigadoras?
R| La Comisión de Mujeres y Ciencia del CSIC es pionera en España. Es un órgano asesor de la Presidencia y se constituye en 2002. Pero fue en el año 2001 cuando varias investigadoras, entre ellas Flora de Pablo, se acercaron al entonces presidente del CSIC, Rolf Tarrach, y le pusieron delante los números que se analizaban en EEUU y Europa, de la clara discriminación que existe hacia las mujeres investigadoras, y las enormes dificultades que tienen sobre todo para la promoción científica. Rolf Tarrach les pidió los datos del CSIC. Esa primera investigación que se hizo, con la participación tanto de Flora como de Matilde junto a otras 9 o 10 investigadoras, mostró que el 31% del personal investigador eran mujeres y únicamente el 13%, profesoras de investigación. La Presidencia del CSIC constituye entonces la Comisión de Mujeres y Ciencia, con la misión de promover y visibilizar el papel de las mujeres investigadoras. Es una comisión asesora de presidencia, sin poder ejecutivo ni presupuesto, y así seguimos, pero, al menos empieza una labor de concienciación sobre el tema que ha sido pionera en España.
P| La Prof. Flora de Pablo es un referente en el contexto de la visibilización del papel de la mujer en ciencia y una investigadora excepcional en el ámbito de la biología molecular del desarrollo y fisiopatología del sistema nervioso. Además, lideraba hasta el pasado mes de abril de 2019 junto al Dr. Enrique J. de la Rosa, el grupo de investigación del que formas parte. ¿Ha influido de alguna manera en tu trayectoria, ya no solo científica, sino sobre todo en tu forma de aproximarte y abordar la problemática de género?
R| En la vida, si tienes suerte, tienes varios modelos a seguir. Desde luego, Flora de Pablo ha sido uno de mis grandes referentes, no solamente en el campo científico, que también, sino en cómo desenvolverse en el mundo. No hay tantos modelos buenos de jefas de grupo y de científicas eficaces trabajando con un componente social importante y con una misión también fuera de su trabajo puramente científico y, desde luego, Flora lo ha sido para mí. Sobre todo, en el campo de género, Flora fue la persona que me abrió los ojos y que me puso los números delante y, principalmente, que me mostró como había cosas que sí se podían hacer dentro de nuestro campo. Se puede ser consciente de la injusticia de una situación, pero no ver claro cuáles son los caminos para realmente hacer cosas. Gracias a ella, yo vi que había elementos y herramientas que permitían aumentar la conciencia de género a nuestro alrededor e insistir a otros niveles para conseguir cambios legislativos.
Yo participaba desde 2008 en un programa de mentoring con la Universidad de Japón y empecé a interesarme más en el tema, a hablar más con Flora y cuando ella decidió terminar su etapa en la comisión, después de tres periodos de cuatro años, me propuso a mí para sustituirla y entré a formar parte de la Comisión en 2014.
P| ¿Cómo ves a día de hoy la situación de las mujeres en ciencia, en general, y en el CSIC en particular? ¿Ha mejorado en algo con respecto a décadas anteriores o se siguen arrastrando los malos datos del pasado?
R| La situación actual de la mujer investigadora dentro del CSIC yo creo que sigue siendo bastante triste, pasa el tiempo y, a pesar de que hay una mayor concienciación, no se consigue realmente mejorar mucho los números. Hay un estancamiento claro en la promoción dentro de la carrera investigadora. En el paso de científicas a investigadoras y a profesoras hay una barrera que no se consigue saltar.
P| ¿Cuáles son a tu juicio las principales razones de este problema?
R| El problema fundamental es la propia sociedad en la que vivimos. Es decir, no creo que haya problemas específicos dentro de la ciencia, sino que simplemente es un reflejo de lo que ocurre dentro de la sociedad, que tenemos sesgos de género que son inconscientes. Y creo que la ciencia refleja eso, igual que hay pocas mujeres en puestos de gestión, pocas mujeres que sean directoras de empresas, pocas que estén en comités ejecutivos o que haya pocas políticas de alto nivel. Es más, cuando miras el índice del techo de cristal, que mide el número de mujeres en posiciones más elevadas frente al número de mujeres en una profesión, en el CSIC en concreto no estamos tan mal, no es de los peores.
«Hay un estancamiento claro en la promoción de las mujeres dentro de la carrera investigadora»
P| ¿Cómo se contempla dentro de los Planes Estratégicos de Ciencia, Tecnología e Innovación (I+D+i) la perspectiva de género? ¿Cómo se plantea dentro del CSIC?
R| Creo que el CSIC sí que es plenamente consciente de la perspectiva de género y que, dentro de legislación vigente, pone de su parte todo lo posible. Se han modificado las convocatorias para que la maternidad no afecte, o afecte en la menor medida posible, a la promoción y la carrera científica, alargándose determinados plazos a las mujeres que son madres para que, lo que es claramente un parón en tu vida, no represente un peso grande dentro de tu carrera científica.
Creo que el papel de la Comisión de Mujeres y Ciencia para sensibilizar y mantener alerta a todo el personal del CSIC frente a la situación de las científicas dentro de la institución es muy importante. Nos preocupamos de activar las conciencias y de que la cuestión esté presente, y de vigilar el cumplimiento de la ley de igualdad. Garantizar que al menos en tribunales, oposiciones, o elección de cargos, siempre exista información sobre la posible discriminación y cómo combatirla. Se tiene en cuenta dentro de los planes estratégicos, para vigilar los porcentajes, pero es cierto que políticas más agresivas, como algún tipo de contratos o promociones exclusivamente para mujeres en áreas donde están infrarrepresentadas, no son posibles dentro de la actual legislación de la administración pública.
P| ¿Qué propuestas se desarrollan desde la Comisión para promover el ingreso y promoción de las mujeres dentro de este Organismo?
R| Uno de los cometidos más importantes de la Comisión de Mujer y Ciencia del CSIC es la elaboración cada vez más exhaustiva de estadísticas desagregadas. Esto realmente es lo que pone en evidencia en cada una de las áreas, en cada una de las distintas escalas de investigación, la diferencia que hay entre hombres y mujeres en los distintos ámbitos dentro del CSIC, tanto científicos como sociales. Yo creo que la elaboración de estas estadísticas y su análisis a lo largo del tiempo, es nuestra mayor aportación al CSIC.
Un aspecto fundamental del que nos ocupamos en la Comisión es de intentar animar a las mujeres para que se presenten a cosas. En general, porque lo veo yo misma por mi propia experiencia, nosotras, en principio, decimos no. Te ofrecen hablar de algo o te llaman para presentarte a algo, o solicitar algún tipo de promoción, y una mujer, si no se siente preparada, en principio dice siempre que no. Desde la comisión animamos mucho a las mujeres a que se presenten a cosas, o las presentamos nosotras a premios, buscamos currículos, etc. Otra tarea fundamental de la que nos ocupamos es la de visibilizar mucho el trabajo de las mujeres. Velamos porque haya un 40% de mujeres en tribunales, congresos, actos institucionales, y realizamos actividades diversas de visibilización, por ejemplo, en relación con el Día de la mujer trabajadora y el 11F (Día internacional de la niña y la mujer en ciencia), lanzando una serie de iniciativas que han sido secundadas por todos los centros del CSIC.
Situación actual de las mujeres científicas en el CSIC
La Comisión de mujeres y Ciencia del CSIC se crea en 2002 para identificar las posibles causas que dificultan tanto el ingreso como la carrera científica de las mujeres y proponer acciones destinadas a eliminar las barreras. Una de las principales tareas que lleva a cabo es la elaboración de estadísticas desagregadas de la institución, cuyo análisis a lo largo del tiempo nos permite ver que la situación de las mujeres no está mejorando (Figura 1). En el 2009, después de los años de bonanza económica, el CSIC llegó a tener aproximadamente el 50% de postdocs y Ramones y Cajales, uno de los puntos delicados, donde coincide la estabilización de la carrera científica con la maternidad y muchas mujeres válidas y formadas se caen dentro del sistema de investigación. Esos valores en torno al 50% en 2009, han vuelto a disminuir a niveles del 41% en 2019, lo que demuestra que el paso del tiempo no es suficiente y son necesarias políticas activas para lograr uno de los objetivos del milenio en la ciencia: promover la igualdad de género y la autonomía de la mujer.
En el Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (Figura 2), aún tenemos números relativamente elevados de postdocs y científicas titulares, sin embargo, el bajo número de investigadoras y profesoras de investigación evidencia las dificultades de la promoción de las mujeres.