La crisis originada por la COVID-19 ha puesto a la ciencia en primer plano. Palabras como PCR o hidroxicloroquina se escuchan en los medios, en la calle y en boca de los políticos a diario. Todos nos preguntamos, además, cuándo podremos contar con la esperada vacuna, o al menos con un tratamiento que pueda paliar los síntomas de la enfermedad.

Según las encuestas, los españoles son los europeos que mayor confianza depositan en científicos, médicos e ingenieros. Esta observación, sin embargo, contrasta con la difícil situación que vive el ámbito científico-técnico en nuestro país. La ciencia y la sanidad no solo necesitan una buena opinión pública, sino que requieren medios para contratar personal altamente cualificado y disponer de materiales e instalaciones competitivas. Por ello, este verano surgió un movimiento en las redes sociales apoyado por miles de personas retomando el lema “#SinCienciaNoHayFuturo”, con el fin de denunciar los recortes que se llevan produciendo desde hace años y que han llevado a la inversión en I+D+i de nuestro país a niveles de hace más de una década.

Más concretamente, mientras la inversión en investigación pública en Reino Unido y Alemania durante el periodo 2009-2016 se incrementó un 30% y 35%, respectivamente, en España retrocedió más de un 12%. Esto deja la inversión en I+D de nuestro país en torno al 1,2% del PIB, lo que se aleja mucho de la media europea o de Alemania (2% y 3%, respectivamente) y nos sitúa más cerca de países como Polonia y Turquía. Este año, por ejemplo, se han destinado 362 millones de euros – cifra equivalente a la construcción de 14 km de vías de AVE – al programa competitivo que financia a la mayoría de laboratorios españoles, conocido como Plan Nacional. Esta insuficiente cantidad de recursos ha dejado sin fondos a muchos proyectos que fueron evaluados positivamente, y está dificultando la labor de muchos grupos y la atracción de talento del extranjero.

 Los mensajes también se hacían eco de la inestabilidad y las frágiles condiciones laborales del sector, que tiene dificultades añadidas en el caso de las mujeres como se detalla en otro artículo de esta newsletter. Aunque comenzar la trayectoria investigadora no es tarea sencilla – la nota media para la obtención de una ayuda FPU para realizar la tesis doctoral es de 8,4 sobre 10 -, el mayor cuello de botella se sitúa en las etapas más avanzadas. Basta observar que, mientras en España entre 10.000 y 15.000 personas obtienen el título de doctor al año, únicamente se ofertan unos 200 contratos postdoctorales Ramón y Cajal. Esto genera una gran presión que en ocasiones lleva a situaciones disparatadas como que se exija a los candidatos tener experiencia en la dirección de un laboratorio para conseguir uno de estos contratos cuya finalidad es, precisamente, la de comenzar a establecer un grupo propio. La realidad es que a veces es más fácil encontrar trabajo en prestigiosas instituciones internacionales, como en EE.UU. y otros países europeos, que en España.

Algunas de las consecuencias que esta situación laboral provoca es el envejecimiento de la plantilla de los institutos de investigación (en 2018, la edad media de los investigadores de plantilla del CSIC era de 54 años)1, o la fuga de cerebros que se produce del sur al norte de Europa reflejado, por ejemplo, en la nacionalidad de los candidatos y los países de destino de la lista de premiados con los prestigiosos proyectos “Starting grant” del “European Research Council” (ERC) de este año. Aunque el sistema científico de ningún país es perfecto, y esto daría para una larga discusión, lo cierto es que el dinero llama al dinero y el talento atrae más talento. La ciencia es una empresa especialmente global y si queremos tener alguna oportunidad debemos emprender profundas reformas estructurales que aporten condiciones laborales dignas, tanto en las escalas científicas como en las técnicas, y recursos competitivos para poder atraer y mantener al talento extranjero.

Hay que destacar que, tras las manifestaciones digitales de junio2, el gobierno anunció un plan de choque por la ciencia y la innovación. Aunque las propuestas tuvieron inicialmente buena acogida, una de las mayores críticas recibidas fue que la solución no consiste simplemente en hacer inyecciones puntuales de dinero, sino que es necesario tener un plan a largo plazo y sostenido en el tiempo. Las medidas, además, únicamente nos devuelven a los niveles de inversión que teníamos en el 2010, y las cifras están muy alejadas de las que se han concedido a sectores como el del turismo o la automoción. Si bien es importante mantener estos motores económicos tradicionales, no hay que olvidar que los países no investigan porque son ricos, sino que son más prósperos porque investigan. 

Quizá intentando moverse en esa dirección, el Gobierno recientemente ha anunciado la Estrategia Española de Ciencia, Tecnología e Innovación. Un plan para el periodo 2021-2027 entre cuyos objetivos se encuentran definir mejor la carrera investigadora, promover reformas que alivien parte de la burocracia que lastra el sistema de investigación y aumentar durante esa etapa la inversión en I+D+i al 2,21% del PIB. Sin embargo, como en ocasiones anteriores, las propuestas concretas todavía están poco definidas y gran parte del aumento en la inversión parece que se deja que recaiga en manos del sector privado – una especie de yo invito, tú pagas-. Los próximos años dirán si alguna de estas ideas finalmente se materializa.

Desafortunadamente, estos últimos meses la emergencia del coronavirus ha puesto de manifiesto la debilidad de nuestro tejido industrial y de innovación. Nos hemos dado cuenta de que no producimos productos tan básicos como el paracetamol, y nos ha hecho preguntarnos por qué era tan difícil desarrollar ensayos diagnósticos o incluso fabricar mascarillas quirúrgicas con la rapidez necesaria. Esta crisis nos ofrece la oportunidad de replantearnos qué tipo de sociedad queremos ser y cómo queremos afrontar los retos que, sin duda, nos esperan en el futuro. Está en manos de todos no dejarla pasar.

*Las opiniones expresadas en este texto reflejan el punto de vista de su autor y no necesariamente el institucional.

Ernesto Arias Palomo

Científico Titular en el CIB Margarita Salas

Referencias:

1. http://www.imse-cnm.csic.es/docs/inicio/mujeres_investigadoras_2018.pdf
2. (a) https://cadenaser.com/emisora/2020/06/25/ser_malaga/1593081638_234403.html, (b) https://www.lasexta.com/noticias/sociedad/sin-ciencia-no-hay-futuro-la-manifestacion-virtual-que-reivindica-mas-financiacion-y-apoyo-a-los-proyectos-cientificos_202006175eea2ce8b27bce00019ec3cb.html

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