Margarita Salas, científica excepcional, pionera de la biología molecular en España, referente para las científicas españolas y para varias generaciones de investigadores e investigadoras, falleció el pasado 7 de noviembre en Madrid a la edad de 80 años. Infatigable, mantuvo intacta su pasión por la ciencia y seguía trabajando en su laboratorio del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, donde era Profesora Ad honorem.
Conocer a Severo Ochoa, en el verano de 1958 durante una conferencia en Asturias, la hizo decidirse por una carrera en bioquímica. Ochoa se convirtió en su mentor y referente en muchos aspectos.
Firme defensora de la investigación básica de calidad, hacía suyas las palabras del Nobel: “Un país sin investigación es un país sin desarrollo”. Remarcaba la necesidad de potenciar la investigación básica, base para el desarrollo de un país y origen de muchos descubrimientos que redundan en beneficio de la humanidad. Y lo llevó a la práctica durante toda su carrera científica, centrada en los estudios del fago Phi29, recientemente denominado como Salasvirus.
En concreto, sus hallazgos sobre los mecanismos de acción de la ADN polimerasa del fago Phi29 revolucionaron la genética molecular propiciando el desarrollo de técnicas capaces de amplificar de forma sencilla el ADN de pequeñas muestras.
Este descubrimiento ha dado lugar a varias patentes internacionales con importantes aplicaciones en biotecnología y biomedicina. Y su repercusión ha sido tal que la primera de estas patentes es la que más beneficios ha aportado al Consejo Superior de Investigaciones Científicas. En los años en que estuvo activa (2003 a 2009), supuso más de la mitad de los ingresos de todas las patentes del CSIC.
Tesis doctoral en el CIB entre 1961 y 1964
Margarita Salas, nacida en Canero (Asturias) en 1938, se licenció en Ciencias Químicas en la Universidad Complutense de Madrid y comenzó su carrera científica en el Centro de Investigaciones Biológicas, donde realizó su tesis doctoral en metabolismo de carbohidratos entre 1961 y 1964, bajo la dirección de Alberto Sols. En este periodo realizó su primer descubrimiento científico: la anomerización catalizada enzimáticamente de la glucosa-6-fosfato.
Llegó al laboratorio de Alberto Sols con la recomendación de Severo Ochoa, y con la promesa de que al finalizar su doctorado podría desplazarse al laboratorio de Ochoa en la New York University School of Medicine para una estancia postdoctoral, que efectivamente realizó entre 1965 y 1967. Allí estuvo acompañada por su marido, el también investigador Eladio Viñuela. Sobre este periodo ella siempre destacó que Severo Ochoa los separó en el trabajo de laboratorio para evitar que se convirtiera solo en la mujer de Eladio, incluso como investigadora.
Vuelta al CIB , de 1967 a 1977
A su vuelta a España en septiembre de 1967, se incorporó nuevamente al CIB, donde fundó su primer grupo de investigación junto a su marido. Es allí donde comenzaron con el análisis genético sistemático de un virus bacteriano, el fago Phi29, aunque muy pronto Eladio Viñuela decidió comenzar una nueva línea de investigación sobre el virus de la peste porcina africana. Desde entonces, Margarita dirigió de forma independiente la línea de investigación del bacteriófago. Entre otros hallazgos, caracterizaron el enzima viral que transcribe el ADN viral a ARN, la ARN polimerasa, base de toda una línea de investigación. Además, descubrió que el ADN lineal de doble cadena del virus tenía una proteína específica, la p3, unida en un extremo de cada cadena, que actuaba como punto de partida cuando el genoma viral se replicaba.
Más tarde, y ya en el CBMSO, encontrarían la enzima viral que replicaba el genoma viral: la conocida ADN polimerasa de Phi29.
Durante los primeros diez años de su carrera como investigadora independiente en el CIB contribuyó a la creación en este centro del primer departamento de Biología Molecular en España. También fue la impulsora, junto a su marido y otros destacados investigadores, de la creación del Centro de Biología Molecular (hoy Centro de Biología Molecular Severo Ochoa), primer centro de investigación en esta disciplina que se abrió en España y al cual se trasladó definitivamente en 1977.
Allí lideró durante décadas, y hasta su fallecimiento, uno de los grupos de investigación más relevantes y productivos del país, en el que se formaron decenas de investigadores e investigadoras, muchos de los cuales dirigen en la actualidad grupos punteros y centros de investigación.
Su extensa y sobresaliente trayectoria científica ha merecido numerosos premios y galardones científicos nacionales e internacionales. Fue la primera española miembro de la Academia de las Ciencias Estadounidense y la primera científica que entró en la Real Academia Española. Ha sido nombrada doctora honoris causa por más de una docena de universidades, logrado el Premio Rey Jaime I, el Premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal y el Premio L’Oreal UNESCO a Mujeres en Ciencia. En 2017 fue distinguida con el Nature Award for Mentoring in Science. El último galardón internacional lo recibió el pasado mes de junio de la Oficina Europea de Patentes y Marcas que le otorgó el Premio Inventor Europeo 2019 en dos categorías: premio popular y logro de toda una vida.
Papel de la mujer en la ciencia
No dejó de lado la divulgación de la ciencia, participando en entrevistas y actos públicos defendiendo la investigación básica y el papel de la mujer en la ciencia. Ella misma reconocía que no siempre había sido consciente de los sesgos de género en investigación. Cuando lo fue, comenzó a explicar cómo había sufrido el machismo al comienzo de su carrera y a resaltar su papel como mujer de ciencia, sirviendo de ejemplo para muchas niñas y jóvenes en las que despertó una vocación científica.
Este camino vital, científico y humano, la ha convertido en una de las científicas más importantes de la historia de España y, sin duda, la más reconocida, con calles, colegios e institutos a su nombre. Ahora su nombre estará asociado también a un centro de investigación, el CIB, perteneciente al CSIC, organismo en el que desarrolló toda su carrera. El Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas ostenta su nombre con orgullo desde el pasado 21 de noviembre.