Mi etapa en el laboratorio de Margarita Salas fue al poco de terminar mi Tesis en el CIB con Rubén López, en lo que constituyó mi primera experiencia posdoctoral, entre 1983 y 1984. Aunque estuve algo menos de un año, tengo que decir que la estancia fue muy enriquecedora en todos los aspectos gracias al sello personal que Margarita imprimía a todas sus actividades.
Desde el punto de vista científico, la exigencia por estar permanentemente al día en el tema concreto de trabajo era una constante: había que estar alerta para examinar todos los artículos que se publicaban por si contenían alguna novedad que nos “pisaran” los rivales o, simplemente, por saber por dónde se movían otros colegas de la ciencia. Todo ello lo alentaba Margarita diariamente para discutirlo, bien personalmente con cada miembro del laboratorio, o conjuntamente en los frecuentes seminarios de grupo. Se creaba así un ambiente de gran exigencia para “dar la talla” y responder adecuadamente al nivel científico que Margarita había mantenido durante toda su vida.
Además de la faceta científica de Margarita, probablemente la más conocida y reconocida por todos, estaba también la cara personal y afectiva que acompañaba su carácter y que era menos conocida. Este aspecto se manifestaba cuando te encontrabas con ella en cualquier reunión, congreso o cualquier otro evento. Siempre fue cariñosa, interesándose por cómo iban las cosas en el laboratorio, por las luchas para conseguir más financiación, comentando la poca sensibilidad que los políticos, en general, tenían (y tienen) por situar la Ciencia como una de sus prioridades, etc. Siempre fue muy sensible a los problemas comunes que cada uno teníamos en el día a día y su aliento constante nos dio fuerzas para seguir luchando y mejorando. Esta forma de ser la pudimos comprobar nuevamente en un proyecto del Ministerio, comenzado en 1985 y coliderado por Margarita y Rubén, donde su ánimo e impulso nos guió a todos.
En los últimos años, los investigadores que por toda la geografía española compartimos el estudio de los fagos como nexo de unión, aún desde aproximaciones muy distintas, hemos sido testigos nuevamente del compromiso de Margarita en la red FAGOMA. Este grupo de “fagólogos” hemos celebrado ya cinco reuniones y Margarita quiso estar en todas ellas, personalmente o, cuando le fue imposible asistir, con sus aportaciones siempre interesantes sobre los recientes resultados de las enzimas codificadas por sus fagos de Bacillus subtilis. Mi último encuentro personal con ella fue un poco antes del verano en el Centro Nacional de Biotecnología, con ocasión de un proyecto con varios socios y en el que ella tenía muchas cosas que aportar. Como siempre y hasta el final, ¡al pie del cañón!
Ahora solo puedo decir, con todo el afecto y cariño, hasta siempre Margarita y muchas gracias por tu ejemplo permanente.